jueves, 11 de febrero de 2010

Un plan perfecto

Carlos levantó la vista de su ordenador. Miró el reloj de pared que tenía justo enfrente. Eran las 10.00. Cerró la sesión y respiró hondo, y volvió a repasar mentalmente su plan. 1,2,3,4,5,6...los segundos seguían cayendo del reloj de pared, golpeando en su cabeza, y acelerando el ritmo cardíaco.

La casa estaba en silencio. María, en el trabajo y los niños, en clase.Sólo estaban él y la vieja Nanni, que le miraba inquietante desde el sillón, como si hubiera averiguado lo que traía entre manos.

-¿Y tú que solución ves? ¿Qué otra cosa puedo hacer, eh? ¡Contesta gato estúpido!-gritó enérgicamente, consiguiendo sobresaltar al animal, que rápidamente huyó de la escena.

Carlos, había trabajado durante 7 años como Director de Recursos Humanos de una multinacional del sector de la Construcción. Su progresión fue meteórica, conviertiéndose en poco tiempo en uno de los empleados más prometedores y valiosos de la Compañía, que ya había puesto sus ojos en él para convertirle en el futuro de la empresa a todos los niveles. En aquellos tiempos, el ritmo de vida era frenético.Reuniones y más reuniones, viajes de ida y vuelta, Jornadas, Eventos,...blackberrys de última generación y ágapes de vino español. El saldo de su cuenta corriente en progresión ascendente continuada, y muchos caprichos y vacaciones de todo incluído.Coles de pago y apartamento en Marina D'Or. Sólo recordarlo ahora era una auténtica pesadilla.

Llevaba más de 2 años en casa, sin trabajo. Una crisis del sector, se había llevado por delante su vida, todas las horas dedicadas a la empresa y su tremendo futuro. Sus 34 años de puro éxito, el chalét, los coches de renting, el apartamento y los coles de pago eran sólo un espejismo. Todo, absolutamente todo, había ido desapareciendo poco a poco, como un barco en el horizonte. Y la tempestad no amainaba.

María trabajaba desde hacía 1 año en una sucursal bancaria, un banco conocido, pero de negro futuro. El trabajo estaba cerca de casa, a 5 minutos en coche. María, se dejaba media vida en el trabajo para, al menos, pagar religiosamente una infumable hipoteca heredada de los desvarios del pasado, y conseguir sobrevivir con las ya mínimas ayudas que recibía su marido.

Carlos, se lavó la cara una vez más. Al mirarse de nuevo en el espejo, no reconoció su cara. La angustia, la incertidumbre, el miedo y la ira habían construido sus nuevas facciones.

Ya en la habitación, todo estaba listo. La mochila preparada, y en el cajón del armario, un antiguo revolver semiautomático, esperaba despertar del letargo. Se sentó en la cama lentamente, entregado. Una vez preparada la mochila, abrió lentamente el último cajón del armario.Tardó unos segundos en coger el revolver.Una vez en sus manos, lo poco que quedaba de su mundo se derrumbó. Las lágrimas inundaban sus mejillas, y con los ojos llorosos y la voz entrecortada sólo un "perdóname" extraño y ahogado consiguió salir de su boca. El momento había llegado, hoy no podía echarse atrás, como otras veces.

Tras una fuerte aspiración, secó sus lágrimas y se dispuso firme a cumplir su plan. 2balas en el cargador y unas pocas palabras escritas encima de la mesa."Para María". Se dijo: "En poco tiempo todo habrá acabado".



María, aquella mañana,y ajena a todo lo que sucedía, atendía a sus clientes como todos los días: con su mejor sonrisa. El teléfono no paraba de sonar. La mañana estaba siendo dura y aún eran las 11. Y eran las 11 cuando aquel hombre alto entró en la oficina. Pero ella no se percató. Todo ocurrió muy deprisa y en cuestión de segundos, María estaba siendo encañonada a dos metros del mostrador por un atracador que, fuera de sí, la ordenaba que abriera la caja fuerte.

El director intentó mediar, pero con un puñetazo inesperado, poniéndole el cañón en la sien, y al grito de "¡Todo el mundo al suelo y calladito!" el atracador consiguió apoderarse por completo de la situación.

En el breve pero eterno espacio de tiempo que transcurrió en ese instante, María logró activar la alarma interna para después, pasar a materializar sumisamente todas las órdenes que el atracador vociferaba. Sólo pensaba en salir viva de aquello, y una voz humillada, repetía una y otra vez "no me mates..."

Suplicando piedad continuamente, introdujo los 4 millones de Euros que el atracador le pidió en un saco de correo que encontró, y con la mirada baja y el corazón en la boca, se lo entregó. La mano la temblaba. El atracador cogió el dinero y sus ojos se clavaron en los de María. La tocó lentamente la mejilla y entre los llantos desconsolados de ella le dijo:

-"Tranquila. Lo has hecho muy bien. No te preocupes. Todo va a salir bien..."

En ese momento, el azar, el destino y la vida, en resumen, decidió tomar parte.

Dos Guardias Civiles se acercaron sigilosamente desde una esquina y cómo el viento en una mañana de verano, consiguieron entrar sin ser vistos. Los segundos se hicieron eternos y la escena era ahora dantesca...

Carlos apuntaba tembloroso a uno de los guardia civiles, mientras el otro compañero con ansias de heroicidad, encañonaba ferozmente al famoso Director de Recursos Humanos que en su única partida importante, había jugado mal sus cartas. "Tenemos que hacer algo, cariño. Esto no puede seguir así...". Las palabras que su mujer le dijo en una de esas noches de insomnio, hicieron acto de aparición.

Sólo un "¡no disparéis, por dios!" se escapó de su boca, casi al mismo tiempo que el Guardia Civil apretaba el gatillo. Dos disparos certeros. Un silencio sepulcral. Todo había terminado.

Los Guardias Civiles sacaron a los todos los rehenes de allí, mientras la Policía acordonaba la oficina. Toda la calle era un espectáculo al aire libre, y miles de vecinos se agolpaban tras el cordón policial, preguntando qué había pasado, a la vez que inventaban miles de teorías sobre lo ocurrido.

María, tras ser atendida por los servicios médicos que se habían desplazado hasta allí, pidió que alguien le trajera su bolso. Entre sollozos, marcó el número de Carlos, pero estaba apagado.

Tras varias intentonas, decidió coger su coche y marcharse a casa. Sentía necesidad de que alguien la abrazara, de sentirse protegida. Había pasado el peor día de su vida, pensó. Al llegar, y aún sin parar de llorar, encontró la casa vacía. Llamó varias veces a su marido, pero nadie respondió. Pensó en todo lo ocurrido y la emoción y ansiedad contenida estallaron por fín. Entre un mar de lágrimas, encontró una nota encima de la cama. Extrañada, la abrió. En ella decía "Para María", y justo al lado, un revolver semiautomático, 2 balas y una mochila. En la mochila, un pasamontañas...



Antes de cargar el arma y suicidarse, María estalló en una risa enloquecida y demencial, acompañada más tarde de un grito de desaprobación. Un "NO!" que retumbó en todo el edificio. Después, un disparo, y una nota manchada de sangre:

"Cariño, sé que terminarás por entenderlo. Es lo único que se me ocurrió.Pero no es el momento de explicaciones. Coge a los niños y sal para Madrid en cuanto termines. Te espero con 4 millones de Euros.Nos merecemos una nueva vida. Por cierto, deshazte del revolver, al final no me va a hacer falta. Te amo"




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