lunes, 31 de marzo de 2008

El charlatán. Cap. I


-Holaaaa??
-Hay alguien aquí???? Holaaa??...Sólo respondió el silencio repitiendo sus mismas palabras.

Era lunes.El charlatán llegó pronto, pues aún no había oscurecido fuera. La primavera acababa de llegar a la ciudad y un fuerte viento se peleaba con los árboles en la calle. Al abrir la puerta de la entrada, una ráfaga desertora se escurrió dentro del portal, arrastrando grandes hojas secas y una enorme cantidad de polvo, que cegó los ojos de nuestro protagonista, dejándolo atolondrado enfrente de aquella vieja y decadente escalera de madera. El estruendo de la puerta al cerrarse hizo temblar los cristales de las ventanas de los laterales de aquel extraño recibidor, por las que se colaba un haz de luz tenue proveniente del patio de luces contiguo.

Nuestro amigo, ya repuesto de la batalla que se libraba fuera, comenzó a subir aquellas escaleras de madera. El rechinar de los escalones ante su paso describía una melodía terrorífica, de la que trataba de huir a cada paso. Ya en el último rellano de aquella tortuosa pendiente, vislumbró en lo alto la puerta.

¡Qué extraño!-pensó, frunciendo el ceño y haciendo un rápido recorrido por aquel misterioso lugar.
-Me dijeron que el piso estaba abandonado...pero esto,...no tiene pinta de...¡qué raro!

La puerta era grande, muy diferente a las demás que había visto en esa corta travesía. En un principio, pensó que quizá se habría equivocado de portal. Y es que no podía ser, aquello no encajaba para nada con lo que le habían dicho...
Sacó de su bolsillo el papel arrugado donde apuntó la dirección que aquella mujer desconocida con la que contactó por Internet le dió, y en efecto, todo era correcto: estaba en la C/ Esperanza XXI, en un edificio del año 58, de ladrillo blanco (ya totalmente ennegrecido) y un portón de madera de doble hoja, con la inscripción del año 1958 en números romanos, en el lado derecho de dicho portón. Estaba delante de aquella misteriosa puerta, detrás de la cual debía encontrarse aquella extraña mujer. La puerta estaba únicamente a dos escalones de distancia. Era el momento de descubrirlo todo.Ya no había marcha atrás.

Una vez frente a ella, respiró hondo, se ajustó la corbata y se abrochó la chaqueta. Sin pensarlo dos veces, llamó al timbre.
La escena se congeló durante unos instantes, que le parecieron eternos. El silencio que precedió lo acongojó.Algo no iba bien pero sin dejarse llevar por los pensamientos que ya le golpeaban dentro de su cabeza, insistió de nuevo, esta vez con mayor vigorosidad y fuerza.
Nadie contestó.
Lo intentó con el llamador que colgaba de la puerta, un animal fantástico en forma de gárgola catedralicia, que parecia que en cualquier momento se lanzaría a los ojos de nuestro protagonista por la impertinencia de molestarle a estas horas.
La respuesta fue la misma.Silencio sepulcral.
El acto reflejo no se hizo esperar, y El Charlatán empujó en picaporte de la puerta hacia abajo con irascibilidad y la puerta, se abrió...