viernes, 14 de diciembre de 2012

EL MAR QUE TE PROMETÍ (REV. 2012)


El amor de mi vida subió a mi taxi una mañana de Abril, cerca de las nueve. Habían pasado más de veinte años cuando el azar la trajo de nuevo a mí. O quizá fue el mar de aquel entonces, que lo devuelve todo. Los besos y el olvido incluídos, pensé.

Comprobé que su color de pelo era el mismo de siempre. Quizá algo mejor peinado, pero seguía siendo maravillosamente largo y tan finísimo como antaño. Vestía un traje de chaqueta color gris, que llevaba doblada sobre su brazo derecho. En el izquierdo un bolso negro, lleno de sus numerosas armas de mujer sofisticada. Una fina camiseta negra con tirantes de pedrería, perfilaba perfectamente sus pechos, facilitando describir su contorno y sus pezones a simple vista, y permitiendo tímidamente, una sexy concesión a través de aquellos dos últimos botones de la camiseta, que llevaba desabrochados con tan mala intención. Falda corta y ajustada, medias oscuras y zapatos grises de tacón alto, sobre los que se sentía segura, supongo que también a salvo lejos de mí.

Los rayos de luz de un sol primaveral comenzaban a pelear con los edificios coloniales de la Avenida Norte, y en esa pelea, muchos conseguían ya colarse por la luna trasera, atravesando su preciosa melena y proporcionando algunos destellos intermitentes de luz en su cara, lo que me permitió vislumbrar momentáneamente sus hombros desnudos.

Aquellos hombros de frágil apariencia, que tantas veces soñé y tantas veces abracé, seguían siendo de un color blanco muy suave, y ahora se asomaban e insinuaban tímidos tras esos cabellos rubios que descendían en perfecta armonía rectilínea a ambos lados de su cuerpo, como una cascada de oro brillante desenfrenada.

-Hola, buenos días…al aeropuerto, por favor-me dijo indiferente y vacía de recuerdos, acompañando aquel típico ritual con una leve y rápida mirada al retrovisor, sonrisa mediante, donde sus ojos y los míos volvieron a chocar por un segundo, después de tanto tiempo, obligándome casi involuntariamente a retirar la mirada, a esconderla tras mis gafas de sol, dudando de que me hubiera reconocido.

Asentí sin más, con un sonido gutural que sonó ridículo, vencido de nuevo por esos ojos tan azules que reflejaban aquel mar donde nunca la llevé.

Arranqué el taxi aturdido y con la mirada puesta en el pasado, pero en el primer semáforo rojo, volví a reconocerla de nuevo, volví a reconocerme en ella, sin necesidad de pedirle perdón, sin reprocharme nada, y le regalé por fín una leve sonrisa de perdedor reconfortado y recuperado para la causa. Comprendiendo que el mundo me había perdonado todo en aquel instante, salí de la ciudad en dirección al futuro, al suyo y al mío.


Conduciendo por la autopista en esa mañana de Abril, el polizonte en el que me había convertido huía a toda velocidad, pero ya nada ni nadie me perseguía. Como si le hubiera dado un cambiazo al pasado, cogiendo el botín mientras todos duermen. La carretera y la mañana me daban la bienvenida a mi vida, a la suya, a la nuestra, a la que no tuvimos, a la que no le dí.

Con el ruidoso despertar de la ciudad ya lejos, el sol de la mañana se descubrió definitivamente sobre un mar azul, inmenso y lleno de esperanza, mientras cruzábamos juntos aquel puente a la eternidad. Volví a mirar por el retrovisor para cerciorarme de que seguía allí, a mi lado, como ayer, dejando todo en mis manos. Manejaba con decisión su Blackberry y al poco tiempo, comenzó una serie de llamadas telefónicas que supuse habituales en una mujer de su clase y posición. Trabajaba desde el asiento trasero totalmente ajena a mi mirada retrospectiva. Estaba serena, tranquila, segura de sí misma. También la noté feliz de una vez por todas. Ambos lo estábamos. Parecía que todo se había restaurado aquella mañana.

Con el mar a ambos lados, cruzando la pasarela vieja, encendí la radio del taxi, acompañando aquella idílica escena primaveral para dejar sonar el viejo álbum de suave reggae que ella me regaló un día cualquiera de mi lejana juventud, y que siempre acompañaba mis solitarias carreras por aquellas calles. Esa música me hacía sentir joven de nuevo, y un poco menos extraño en mi propia ciudad.

Al sonar No Woman, No Cry, algo en su interior se sobresaltó. Colgó el teléfono lentamente, sin apenas despedirse de su interlocutor, y por el espejo retrovisor cruzamos la última mirada del día, seguramente la última de nuestra vida.

Me encontré con sus ojos azules de nuevo y esta vez la llevé al mar que la prometí aquel verano. Sonrió levemente. Supongo que recordó y entendió todo de repente, y después bajó la mirada, lanzándola junto con su rencor por la ventanilla del taxi, buscándonos a ambos en aquel mar brillante de primavera. Ni siquiera se necesitaron palabras. Sólo la música y el mar. Esta vez no quise evitarlo y sé que me reconoció.

La dejé en la Terminal cuando el sol ya estaba en lo alto del cielo de aquel lunes. Intenté evitar por todos los medios tener que cobrarle aquel último viaje que habíamos hecho juntos por lo que, paradojas de mi vida y de nuestro funesto destino, esta vez le conté la verdad. Por primera vez en mi vida, no le mentí, y alegué que era el viaje final de mi vida de taxista perdedor, temeroso y arrepentido, y que lo dejaba todo definitivamente para emprender una nueva vida lejos de aquella ciudad y cerca del mar, que era mi sitio,…el nuestro.

Sonreí tras decir aquello, seguro de mí mismo, aunque los segundos siguientes se hicieron eternos e incómodos. Me asusté pensando en su posible respuesta. En todas las posibles respuestas. Quizá aún no estaba preparado para escucharlas. O quizá lo estaba deseando. Pero finalmente ella no me creyó, como tampoco lo hizo entonces, cuando me marché de esa forma. Pensé que todo volvía a ocurrir de nuevo, veinte años después, pero ahora era ella la que se marchaba.

Finalmente pagó la carrera y abrió nerviosa la puerta del taxi.


-Muchas gracias caballero, y que sea muy feliz en su nueva etapa. Ha sido muy amable. -me dijo mientras me regalaba una última sonrisa. Los ojos se le humedecieron, y el mar ya no se reconocía en ellos.

Ah, por cierto, bonita música la que lleva en el taxi. Llévese el disco al mar, no vaya también a olvidarse de él… La noté tentada de decir más cosas, pero creo que ya no hubiera tenido voz para hacerlo.


Salió del taxi colmada de recuerdos y antes de adentrarse de nuevo en su mundo, tan desconocido para mí, y de perderse otra vez en el pasado, se dió la vuelta, y volvió a sonreir como entonces, envolviendo y retorciendo uno de sus mechones rubios en su dedo índice,…igual que hizo la noche que me confesó que me amaba, con aquel mar en calma bajo nuestros pies descalzos.

Esta vez, al menos, la miré a los ojos mientras se perdía entre la muchedumbre y entre mis propias sombras y fracasos. Arranqué el taxi, y me dispuse a marcharme de su lado tan rápido como lo hice aquel verano del noventa,... hacia el mar que le prometí.




martes, 4 de diciembre de 2012

ESPERANZA


Varsovia, que fue llamada “La París del Norte” quedó completamente destruída en la Segunda Guerra Mundial. A finales de 1944 el Stare Miasto (su centro histórico), sus calles, el ochenta por ciento de sus edificios, sus monumentos o sus parques no eran más que un triste recuerdo en la mente de los varsovianos supervivientes. Todo fue reducido a escombro, por un ejército nazi en retirada. Edificio a edificio, calle a calle…, todo fue devastado. Ceniza y caos. Sólo muerte y destrucción. Fín de la historia.

Cuando terminó la Guerra, tuvo lugar el milagro. Varsovia resurgió literalmente de sus cenizas cuál Ave Fénix, gracias a la colaboración y al esfuerzo de toda una nación, de todos los polacos. Incluso jóvenes de diferentes países acudían a la ciudad para ayudar en las tareas de desescombro. En algunas ocasiones, la reconstrucción se realizó con los mismos materiales originales, con los ladrillos y elementos decorativos que se amontonaban en cada esquina. Poco a poco, mes a mes, los edificios de Varsovia fueron reapareciendo en medio de un solar de destrucción. La vida y sobre todas las cosas, el futuro, empezaban a vislumbrarse de nuevo en el horizonte.

Bernardo Bellotto “Canaletto el joven”, fue un pintor veneciano del siglo XVIII que vivió durante dieciséis años en la ciudad de Varsovia. Pintó numerosos cuadros llenos de paisajes, panorámicas de la ciudad y de sus calles. Su pintura vedutista sirvió a los polacos para reconstruir una ciudad que ya no existía, tal y como existía. Igualmente los estudiantes de arquitectura polacos aportaron sus dibujos y maquetas para hacer realidad el milagro. Varsovia se convertía en una ciudad invencible.


Me llamo Miguel. Tengo treinta y cuatro años. Soy arquitecto. Escritor frustrado y parado de larga duración, que se dice. Vivo en Illescas, comarca de La Sagra. Provincia de Toledo. Acabo de volver de Varsovia, que hoy, es ciudad Patrimonio de la Humanidad. La ciudad invencible.

Eran algo más de las cinco cuando me quedé dormido. De vuelta a casa en el tren, pensaba en Varsovia, la inmortal, con la ciudad de Toledo a lo lejos, amotinada en alto frente a un nuevo y majestuoso atardecer de Diciembre. Los pocos rayos de sol que le quedaban al día, entraban silenciosos por la ventanilla, adormeciendo mi mirada perdida, calentando lenta y suavemente mis mejillas. El vaivén del tren y de sus motores hizo el resto.

Me desperté de repente, sobresaltado, en alguna estación intermedia. Frente a mí, se había sentado una joven que trataba con afán y con un poco de dificultad de colocar la maleta en la parte superior. Me levanté y la ayudé con los trastos.

No había reparado aún en su diminuta acompañante. Ni en sus preciosos ojos azules, que se apoderaron de mí por debajo de un gracioso flequillo. Sonrisa inocente y confiada. Mejillas de piel sonrosada y una voz pizpireta que me dijo un “hola” sincero, sin mentiras, pero sobre todo sin miedos. Un presente sin miedo y sobre todo, un futuro. Sonreí.


Llegué a mi destino cuando la noche ya era una realidad. Me despedí cortésmente de su madre y le pregunté a aquella niña cómo se llamaba. –“Esperanza”-me dijo.

Volví a sonreír ilusionado y le regalé algo que encontré en mi chaqueta.

-“Gracias, señor. ¿Qué es?”

-Es una foto de una ciudad especial. Como tú y como yo. Se llama Varsovia.


Se quedó mirando la foto, con una media sonrisa en los labios.


Al bajar del tren llamé a mi mujer para avisarle de que ya estaba aquí. La pequeña Lucía se puso enseguida al teléfono, impaciente. ¡Tenía tantas ganas de verla!.

Hace ya un par de horas que estoy en casa. Son más de las doce y me encuentro delante del ordenador, por primera vez después de dos años, enfrentándome al terror de escribir, luchando en realidad contra mis fantasmas, y contra mí mismo. Mirando a los ojos al fracaso, a la mentira, a la manipulación, a la frustración, a la desesperanza de no encontrar salida, a los sueños que aún quedan por realizar, al miedo, a la tristeza y a la injusticia. Mirándome a mí mismo, y mirando a tanta gente a la vez. Levantando mi voz adormilada y dando un puñetazo en la mesa, cogiendo aire y lamiéndole las heridas…Ahora te estoy mirando de frente. Ahora sé que puedo. Ahora sé que siempre podré. Que nunca podrás conmigo.

Sorprendentemente, en poco más de una hora he terminado estas líneas para el Concurso de Relato Corto de mi Facultad que empecé hace más de un mes y que tantas y tantas veces abandoné, hastiado. Un centenar de líneas, a doble espacio, tamaño doce, letra Arial,... Increíble pero cierto.

La temática, novedosa cuanto menos: “Yo vencí la crisis”.


Lucía acaba de acostarse, satisfecha y feliz por tener a papá de nuevo en casa. Antes de irse a la cama, ha entrado en el despacho sigilosa y expectante:

-“¿Me has traído algo papá!?”

-Por supuesto, cariño, claro que sí. ¡Muchas cosas!

-Pero sobre todo, te traigo la más importante: ESPERANZA…







miércoles, 28 de noviembre de 2012

TOMANDO UNA CAÑA...


Vivo rodeado de ellos y de la peste que dejan a su paso, en cada una de sus apariciones. Su presencia hace tiempo que me axfisia y que me produce mucha repulsión. Me los encuentro en televisión, en la radio, en el periódico, en internet,… a cada paso que doy. Siempre encuentran un hueco para ellos, que acompañan con esos preciosistas eslóganes de mierda, de frases vacías y engañosas, y por supuesto siempre hay alguien que en cualquier momento, me los saca a colación, día tras día.

Me da igual que sean patrios, franceses, ó alemanes, rojos, azules o verdes, jóvenes o de tradición contrastada, pijos, elegantes y pulcros ó de estilo más “casual” y moderno. Lo cierto es que los aborrezco a todos. No hay día que no me acuerde de la santa madre del que decidió que era bueno que esta especie formara parte de nuestras vidas.

Prometen calidad de vida, confort y bienestar. Te lo venden a bombo y platillo, con una seguridad que asusta. “Amigo, créeme, todo son mejoras. A partir de ahora, tu vida va a cambiar. Dentro de poco tiempo, me darás la razón. No puedes seguir así como estás. Te mereces lo mejor”. Y cambias. Te arriesgas, y cambias. Y confías. Cambias lo viejo por lo nuevo y todo huele tan bien que finalmente te lo crees. Asumes los costes y los daños colaterales de lo que el cambio supone y confías. ¿Quién no quiere mejorar? Yo sí. Y tú.

Pero a las primeras de cambio, te das cuenta del engaño. Todo es una mentira. Llegas confiado a la primera curva peligrosa y entonces ¡zas!, ostiazo y vuelcas. Y te quedas con cara de gilipollas y buscando respuestas a miles de preguntas. Pero te piden más esfuerzo, más comprensión, más contención. Esa palabra.... Y vas, y tragas. Y como no te queda otra, asumes más costes, para contribuir a que la cosa “siga mejorando”. Por tu bien. Hay tanto invertido que prefieres apretarte el cinturón, y pagar. Pagas y callas. Mantenimiento, manutención y tu casa sin pagar.

Y así pasan los días, las semanas, los meses y los años. Pasan los años y te das cuenta que el confort, la calidad de vida y el bienestar es otra cosa de lo que te prometieron. Y al cabo del tiempo, se cansan y te dejan tirado. Se llevan tu esfuerzo, tu manutención y sus promesas. Sin más. Así sin avisar y sin rendir cuentas.
Pero ya es tarde para pedir explicaciones. Nadie te hará caso. De nada te servirá reclamar. Nadie sabe nada, todos miran para otro lado. La puerta está cerrada y si te pones tonto, te llevas un porrazo a la mínima.

No te queda otra que volver a la rueda. Otra vez a la rueda. Y otra vez a pagar.

...........

Juan apura su cerveza cogiendo aire, después de tanto desahogo.

-Perdona, nos pones otras dos, porfa?

-En fin… ¿Y a tí qué te parece, tío? No me negarás que no es un puto robo! Te lo meten por los ojos a todas horas, con lo caros que son y luego, lo pronto que se joden, joder! Y a ver qué coño hago ahora, si estoy sin un puto duro...

-Pues sí, la verdad es que sí. Ya no quedan coches como los de antes, como los de la época de nuestros padres.Esos sí que eran de fiar, esos sí cumplían, coño! Mi padre, fíjate, con un BX todavía se escapa al pueblo!

-Pero venga, no te preocupes, Tito. Si lo tenías casi pagado, hombre. Y hazme caso y haz como yo: a partir de ahora, a todos los sitios andando, que es más sano.


-Pues sí...

-Por cierto, te has enterado de lo del alcalde de Alcobendas...



miércoles, 14 de noviembre de 2012

LLUVIA DE NOVIEMBRE



Llega Noviembre y huele a tierra mojada.

Llega Noviembre y las noches hielan mi voz.

Llega Noviembre y el sol de la mañana se desvanece tras mis pasos cansados.

Llega Noviembre y encuentro un invierno tras cualquier esquina.

Ando asustado por una calle sin luces, buscando tus manos y el sonido descontrolado de tu voz.



Pero esta noche, mientras la tormenta descarga,

duermes en mis brazos

y ya no tengo miedo.

Mientras Noviembre avanza, tu sonrisa se abre paso entre tanta nube.

Mañana, cuando el invierno me busque, ¡estaré tan lejos de aquí…!

Mañana, cuando el invierno me busque,

Seguiré perdido en tu mundo de colores,

navegando en calma chicha hacia donde quieras llevarme.



Llega Noviembre y veo asomar la luna por la ventana de tus ojos.

Llega el invierno, y ya no tengo miedo.

Esta noche estás aquí conmigo.

Mientras te duermes en mis brazos… creo que ha dejado de llover.





(A mi patito)



sábado, 3 de noviembre de 2012

RE-BLOGEADO...y VIVA LA ALCALDESA!!!


Como vivimos en una pais de reformas, El Charlatán también se reforma. Y tanto que ha pasado a mejor vida. Ahora se ha convertido en un Nowhere Man y espero atenderle más de lo que acostumbraba... Mantenemos las entradas antiguas, por eso de la nostalgia.

Y para inaugurar, una reflexión:

Hoy he desayunado (que delicia de desayuno!) con la alcaldesa de Madrid tomando una decisión de esas salomónicas a las que nos tienen acostumbrados nuestros políticos de hoy en día.

A partir de ahora, no habrá eventos ni fiestas en ningún edificio, pabellón, sala de fiestas o similar que sea de titularidad del Ayuntamiento.

Así, evitamos que pasen cosas como las del otro día. Toma ya. Y aquí va la reflexíón: jóvenes y jóvanas, la culpa es vuestra por dejar que un gilipollas pase con bengalas cuál Ultra Sur a un concierto, y tire un petardo en un pasillo.

¿A quién se le ocurre hacer una avalancha y asustarse en un momento así y en un espacio tan reducido? ¿Que donde caben nueve mil personas, se meten quince mil? ¿Que las puertas de emergencias no se abren ni se indica la salida, que se cuela sin entrada un montón de gente y se deja entrar a menores y consumir alcohol y drogas a go-gó? ¿Que la empresa de seguridad estaba subcontratada?,...Pues solucionado. A partir de ahora, se acabó el invento. En casa y recogiditos, será más fácil domesticaros.

Pero todos. Tú también Samuel, que no bebiste ni una gota de alcohol, porque tenías que conducir y estuviste difrazado de fantasmilla detrás de esa chica que tanto te gusta y a la que no te atreves a pedir salir. Volviste a casa pronto y tuviste suerte...No te enfades, y sé agradecido. La alcaldesa cuida bien de tí.

Y no te preocupes. No dudes que la empresa que organizó el evento (DIVIERTT) montará más fiestas de este tipo. Ahora no, pero sí el año que viene o el siguiente, cuando nuestra efímera memoria resetee (y cuando la justicia y los sainetes politicos de este país se encarguen de lo demás)

Y entonces, podrás ir a Alcorcón o a Villalba, o a Alcalá a ver de nuevo al DJ de moda. DIVIERTT se llamará MUEVET ó NOCTURNIZAT ó alguna de estas con dos tés. Aunque yo la llamaría ENCARCÉLAM, pero bueno). La alcaldesa dormirá muy tranquila. Ya no sois un problema.

Todo volverá a empezar. Pero a lo mejor ese día, no tienes tanta suerte...

Que al menos sea porque la chica sale de la mano de otro.


Mientras tanto, siéntate delante de la tele, ponte Telemadrid, y DIVIERTT.













viernes, 2 de noviembre de 2012

DIA DE DIFUNTOS


Diez y trece de la mañana. Día de difuntos.

Julia, su hijo Luis, y Ana se encuentran camino del cementerio, ramo de flores en mano.

-“Hola Julia, buenos días, cómo estás? Y tu debes ser Luis, verdad? El tiempo que llevaba sin verte, guapo!!”
-“Hola Anita. Pues sí, desde que nos mudamos, coincidimos poco, la verdad. Y vosotros qué tal?”
-"Muy bien. Voy para el cementerio que tengo a toda la familia allí. Están también los de Barcelona, que acaban de llegar. Ha venido mi hermano Jose, el músico. No sé si te acuerdas de él?”
-“Sí, bueno, sabía que uno de tus hermanos vivía en Barcelona, pero no le pongo cara, la verdad. Hace tantos años…”
-“Claro, es lógico. Desde que murió mi padre no había tenido la oportunidad de venir. Si es que está tan ocupado el pobre con las clases y los recitales… ¿Sabes?, mañana actúa en Madrid, en no sé qué Festival. Salió en la tele y todo…Ha sido una casualidad que coincida con estas fechas…Estamos muy felices de volver a juntarnos todos.”
-“Claro, es verdad… En fín Anita, que me alegro verte. Cuídate mucho y saluda a tus hermanos”.
-“De tu parte. Adiós!”


…………

-"Odio este día Luis, te lo juro. No hay nada más que falsedades. Esta gente, por ejemplo, llevan tanto sin verse porque ni se aguantaban antes, ni mucho menos ahora. No se han juntado en cuatro años y me extrañaría que hoy vinieran todos. Qué mentirosa es esta mujer, por dios! ¿Y el músico? Ja! Ese le sacó a su padre hasta los ojos para que le pagara los estudios en Nueva York y luego cuando se mudó a Barcelona, le tuvieron que avisar porque su padre enfermó de cáncer, y vino un año después al entierro y porque no tenía más remedio. Y ahora viene por lo que viene, no te joroba! Pero es porque “está muy ocupado con las clases y los recitales”… Qué gente!”

…………
Julia llega con Luis a la sepultura de Ángel, su marido. Alrededor, ya hay mucha gente y el griterio es propio de una barra de bar.

-Buenos días.
-Hola Julia, buenos días. Luis, cómo estás?
-Hola Alfredo.

……………
Julia coloca un ramo de flores muy discreto en el centro de la lápida. Sin mucho aspaviento y entusiasmo, se santigua.
…………….
Una mujer con enormes gafas de sol entra en escena, ramo de flores en brazos. Pelo negro, liso y al viento. Uno ochenta de estatura. Piernas esculturales. Labios pintados de rosa. Fular rojo y vestido negro ceñido. Escote provocativo. Joyas a go-gó. Tacón de aguja y bolso a juego con los zapatos. Julia mira para otro lado, nerviosa.
Alrededor, expectación y mucho murmullo.
La misteriosa mujer coloca lentamente el ramo y sin quitarse las gafas dirige una mirada seria pero complacida a Julia y Luis. Saluda educadamente:

-“Buenos días”.


-"Hola". Julia contesta y baja la cabeza.

La mujer da media vuelta y sale despacio por el pasillo central. Ahora sólo es el sonido de sus tacones alejándose el que gobierna la escena...

Julia mira alrededor avergonzada y enciende compulsiva un nuevo cigarrillo.

“-Quién es esa señora, mamá?”

martes, 30 de octubre de 2012

DESAHUCIO (Un Plan Perfecto. 2ª parte)


Lunes. Julián sube al ascensor como cada día. Algo rutinario. Pura y dura rutina. Pero hoy no. Ocho y doce de la mañana. Octavo piso. Hoy le acompaña un cosquilleo en el estómago y un sudor frío que recorre toda su nuca. Hoy es diferente. Pulsa tembloroso y el ascensor comienza su descenso. “Al infierno, por favor…”-piensa irónico.


Con la mirada fija y perdida al frente, la luz del número 4 se enciende. Mira su reloj y sonríe complacido. Es él. Estaba seguro que era él. Ocho y trece. Una sonrisa aparece en su rostro y la ira enciende sus mejillas. Rebusca rápidamente en el bolsillo de la chaqueta y repasa el plan mentalmente. Dentro de unos segundos todo se habrá acabado.

.....

Lunes. El sonido estridente del timbre del portal asusta a Luis que recorre aturdido el pasillo mientras el timbre vuelve a sonar impertinente. Al llegar a la puerta, recula y espera unos segundos antes de abrir. Mira hacia atrás, buscando el apoyo de la retaguardia, pero está sólo y debe tomar una decisión. Una última mirada al espejo le descubre la imagen de un hombre esclavizado, enredado en su negro y macabro presente y en las malditas circunstancias que le rodean. Siento repulsión de sí mismo. Un pequeño desvanecimiento. El pánico se asoma a sus ojos y sus manos aprietan fuerte contra la puerta intentando ahuyentar el futuro que le espera al otro lado.


Se asoma a la mirilla, nervioso. Sale de casa gabardina en mano después de ajustarse el nudo de la corbata. Traga saliva y finalmente cierra la puerta. Sabe lo que le espera y duda entre bajar andando alargando la espera, pero finalmente pulsa el botón del ascensor. El corazón se dispara. El timbre de su portero sigue sonando cada vez con más violencia, pero ya no hace caso. “Tranquilos, hijos de puta, ya bajo”…En pocos minutos tendrán lo que andan buscando.


La puerta del ascensor se abre y Luis descubre a Julián que le mira con los ojos en llamas y el sudor resbalándole por la frente.


-“Hola Julián”. Suena desdeñoso y desinteresado.


-“Hola”. Julián apenas puede respirar para responder mientras Luis se coloca a su lado con la mirada perdida en el techo.


Todo transcurre tan deprisa que se hace eterno. Julián da un fuerte respiro y antes de que Luis pueda darse cuenta le ha puesto un cuchillo en el cuello mientras con el otro brazo lo inmoviliza contra la pared del ascensor.
Ocho y dieciséis.


-Joder Julián, qué coño haces…!!! Tranquilo hombre, tranquilo!!! Julián ostias, por dios!!


-Calla, hijo de puta!!!. Cállate o te juro que te dejo seco aquí mismo. Cállate cabrón!!


Planta Baja. La puerta del ascensor se abre y al fondo, el portal deja entreveer una mañana clara y calurosa del mes de Julio.


-Dime qué quieres y te lo daré, de verdad, pero tranquilízate, vamos a hablarlo joder!!! Si quieres dinero, acompáñame a la oficina y te daré lo que necesites. Te lo juro, pero deja el cuchillo, tío!!!


-Qué te calles la puta boca, que te calles la puta boca de usurero que tienes, cabrón!. Que te calles!! Sal. Vamos! Y ni un movimiento raro o te rajo. Te juro que te rajo mamón…


En ese momento, Julián descubre una patrulla de la policía al otro lado del portal. Están esperando a alguien.


-Joder!!! Mierda, joder!!!! ¿qué coño pintan aquí?


Julián, empuja a Luis hasta la escalera del garaje. Improvisa en un ataque de nervios.


"-Vamos a ver Luisito, escúchame puto perro. Ahora vamos a salir los dos juntos como dos buenos vecinos, de acuerdo. El banquero y el desahuciado, dos almas gemelas. ¿Qué te parece? Y te juro que como se te ocurra hacer alguna gilipollez eres hombre muerto, te lo juro!. No tengo nada que perder y me dan igual esos polis. Está claro? Vamos a salir, y nos vamos a ir a la oficina, los dos juntitos. Vas a sacar toda la pasta de la caja fuerte o de donde coño tengáis el dinero de toda la gente de bien a la que tenéis esclavizada, hijo de puta, y la vas a meter en esta bolsa. ¿Está claro? ¿Está claro?


Luis asiente mientras traga saliva.


-Después me darás tu móvil y cortaremos la línea del fijo y todos los cables de los ordenadores, ok?. Te quedarás ahí sentadito en tu puto sillón de mafioso hasta que lleguen tus putos vasallos. Y después, todo habrá pasado, ok? Tú recuperarás tu vida de mamporrero asqueroso y yo podré volver a empezar con la misma decencia con la que tú te levantas cada día, hijo de puta. Con ninguna!!! Me oyes, pedazo de mierda?!!! Con ninguna!!


-No me has dejado elección, Luisito. Todo hubiera sido más fácil si hubieras mostrado un poco de paciencia, un poco de comprensión con mi situación. Pero no, lo importante es sangrar a la gente, y sobre todo al que más jodido está ahora, a ese al primero. A Julián, por confiar en quién no debe. Por dios Luis, eres un hijo de la gran puta, una basura, pero qué coño has hecho?!!!! Yo era tu amigo!!!Yo confié en tí y mira cómo me pagas!!!


-Tú me has llevado a esta situación!! Tú, cabrón, tú eres el culpable!! Veinte años pagando religiosamente una hipoteca axfisiante y en un año me la clavas por la espalda, cabrón!! Has utilizado mi dinero para lucrarte y para llenarte los bolsillos tú y los cuatro especuladores de mierda con los que te ibas de putas!!! Cabrón!! Malnacido!!


Ocho y veinte. Un poco de calma en el portal. Julián y Luis salen juntos a la calle.


-Si haces lo que te digo, todo irá bien. Mañana, podrás quedarte con este puto piso y con todo lo que quieras que yo ya no estaré aquí para verlo. Pero eso será mañana, mamón. Porque hoy te lo cobraré con intereses, como haces tú, ladrón de mierda.


Julián tira de Luis y lo saca del portal con un empujón camino del banco. Calle abajo los policías salen del coche, lentamente, al verles llegar.


-El Sr. Luis de Mingo?


-Sí, soy yo agente, soy yo!
...............



Cuchillada en la garganta. Carreras y disparos al aire. Sangre. Dos hombres muertos en una reyerta con la policía reza el titular. “La detención del banquero Luis de Mingo imputado en varios delitos de fraude y malversación, que se iba a realizar en la mañana de ayer en su domicilio no se pudo llevar a cabo. Un extraño suceso acabó con la vida del financiero que murió en trágicas circunstancias a los pies de su casa mientras la policía judicial esperaba su salida para su detención. En el enfrentamiento murió también J.P.R., autor del apuñalamiento del banquero. La policía tiene indicios de ajuste de cuentas.”

......

Ocho y doce de la mañana. El timbre martillea el sueño de Luis que se incorpora de golpe a voz en grito, sudando y totalmente desencajado.

-Ehhh, mi vida, tranquilo, tranquilo, sssshhhh, ya pasó….Ha sido una pesadilla, tranquilo. Madre mía Luis, ¿ se puede saber qué estabas soñando? Estás empapado en sudor! Anda, date una ducha o llegarás tarde a la oficina.

El timbre sigue sonando. Ocho y veinte. Luis de Mingo sale de su apartamento. Llama al ascensor y baja. Gabardina en mano, traje italiano impoluto y gomina a go-gó. En el portero la policía sigue insistiendo. Saluda sonriente.
Luis llega a la oficina. Alarma off. Luces. Ordenador encendiendo…Un washap llega temprano: “Nos vemos esta noche para hablar de lo del PAU”. Comienza la mañana. Otra más.


Ocho y veinticinco.


-Julián, despierta!! ¿Estás despierto? Están llamando al timbre. Es la policía. Dicen que van a subir ya. ¿qué hacemos? Julián!!

Julián mira en su mesilla y su vista se pierde. Su cuchillo brilla mientras el sol se cuela por las rendijas de la persiana.



martes, 3 de abril de 2012

YO NO SOY PEPE "EL COSTANILLAS"

No tengo nada en contra de las manifestaciones irracionales e incontenibles del ser humano ante los designios del azar (o de la Divina Providencia, según el caso) ó de lo que coño sea eso que determina el final feliz o el desastre absoluto de aquello que esperamos con fervor e impaciencia. En serio, cada cual que se exprese como le salga del útero, faltaría más. Si Los Tokio Hotel te invitan al camerino ó España gana el Mundial, dicen que todo se lleva mejor y yo no tengo por qué pensar lo contrario. Así que, por tanto, que quede claro y que dios me libre de juzgar a nadie por lo que hace, dice, o por ambas.

Puedes subirte a una farola, destrozarla, hundir una marquesina o dinamitar un escaparate para celebrar la Champions. O puedes sentarte bajo la misma farola, marquesina o escaparate con tu pancartita en mano para reivindicar la abolición de la telebasura o la dimisión de algún Ministro de Educación (raro es). Es un país libre, dicen. Y yo, un hombre respetuoso, dicen también. Eso sí, lo que es seguro (y a la vez curioso), es que en ambos casos, aparecerán por allí los garantes del orden y la libertad y te reventarán a porrazos. Pero bueno, eso es otra historia.

Otra cosa distinta es que al desmayarte cuando veas al escurrido chino de moderno flequillo acercarse a saludar a su fan nº 1(osea, tú), tu pobre viejo, que te acompaña por primera vez al concierto, alucine en colores y le atice otra vez la patata. En definitiva, lo que vienen a ser daños colaterales de la libertad de expresión. Minucias.

Pero a ver, que no quiero perder el hilo. Y es que he de reconocer que siempre me da un poco de grima y repelús estas cosas que tiene el compatriota español, tan pasional y hortera a la vez. Un ejemplo es la imagen que ví ayer en las noticias: la siempre tierna escena de un armario empotrao con turbante y camisón púrpura que, con veintimuchas primaveras ya, desataba pucheritos y lagrimones a go-gó cuando un descomunal aguacero caía caprichoso y tocapelotas a la hora H del día D, jodiendo otro año más, la procesión de la Santa Hermandad y Compaña del Cristo de los Remedios y de los Desamparados de no sé qué iglesia céntrica de Sevilla. Pobrecillo mío, mi arma!...

Viendo el drama en que se sume el gachó y el resto de los allí presentes, empecé a pensar en lo cutres que somos a veces en este bendito país, pero también en lo irreverente que sigo siendo yo, todavía ahora que la responsabilidad me azota cada día más, y sentí el poco apego y devoción que tengo a las tradiciones typical spanihs, o como se diga. Que la Virgen del Perdón Eterno, me tenga en sus oraciones, que le vamos a hacer… pero es acordarme de aquellos días de Semana Santa de mi insulsa adolescencia y, en vez de llorar, (perdóname de nuevo Padre Bueno), no puedo por más que descojonarme.

Rebobinemos a los noventa más o menos, cuando todavía había grúas en el horizonte y era capaz de ver la tele sin vomitar. La Pasión según San Yo, empezaba el famoso Domingo de Ramos. Dios Nuestro Señor, entraba triunfante a caballo en Jerusalén y la plebe le recibía con ramos de olivo, alegría y esperanza. Mi madre, incluída. La versión pagana y cool de aquello difería bastante de lo que aconteció hace dos mil años y lo que nosotros los jóvenes del futuro hacíamos para conmemorarlo(la tradición aún continua) era irnos al campo a meditar nuestros pecados botellín de Mahou en mano, y esperar la llegada del Mesías que era quien traía la Marihuana para, después del aperitivo y con todo el cebollazo, empezar el ayuno con un buen bocata de panceta. Cuando el sol caía, volvíamos resacosos camino abajo buscando redención en la ducha o en la cama, según el grado de polvo y de mierda adquirida en el olivar o explanada de barbecho correspondiente.

Y eso no era más que el principio. Nuestro particular Vía Crucis no había hecho más que comenzar. Llegaba el jueves y algunos se disfrazaban de nazareno, aunque como decía una vieja amiga muy chistosa y faltona, aquello parecía más un “disfraz del ku klux klan versión pop”. Como siempre, todo según se mire, oiga. El caso es que mis amigos encendían sus lamparitas y con todo el pedo, se disponían a recorrer las calles del pueblo haciendo gestos y carantoñas a las tías a las que nunca se atrevían a decir nada a la cara, o saludaban a los colegas que le buscaban desenfadados desde la esquina fijándose en si aún llevaba las bambas llenas de barro del otro día, chiflando y saludando brazo y sonrisa en alto al descubrir al pollo en cuestión. Y la abuela que contemplaba la escena, quería morirse de vergüenza. Farsa, devoción y puro recogimiento. Todo junto y con redoble de tambor incluído.España, al fin y al cabo.

“¿Qué pasa tío?” ó “¿Quién coño eres?” eran frases habituales en aquel tránsito interminable de silencio y carcajada contenida. Al final, a comentar la jugada al garito de turno. Nuevo ayuno con birras y cigarritos variados para sobrellevarlo. El viernes, más de lo mismo, pero lo mejor era el sábado (o el domingo, ya no me acuerdo bien).

Para terminar el fin de semana, fantástica procesión y apología de la segregación de género, en la que ya bien entrada la madrugada, hombres y mujeres circulaban separados por las calles del pueblo para llegado el momento, encontrarse frente a frente los unos con las otras. Tenía un puntito erótico y sexual que te ponía, si no fuera porque hacías el trayecto acompañado de tu padre para llegar al final y encontrarte con tu madre y con tu hermana.

En fín, con los años, algunos conseguían finalizar la ruta en mejor compañía. Alargaban la hora de recogerse acompañando a sus padres a dicho acto procesional, y para terminar otra noche de farra, conseguían escabullirse entre las tenues luces de los callejones y abandonar a mitad de camino la comitiva para terminar su particular sacrificio a lo grande: dándose el lotazo en un portal oscuro con la novia, que era de lo que se trataba. Luego cada uno, a su redil con los de su género, que es Semana Santa y mi padre tiene muy mala leche.

Y así, con el paso de los años supongo que decidí honrar la memoria de la Pasión de Cristo y de todas esas cosas horribles que dicen que le hicieron, dejando de participar en estas celebraciones del aniversario de su muerte. Mejor así, que no es cuestión de incomodar a nadie ni tampoco es mi intención.

Al final, llegué a la conclusión que la mejor opción en estas fechas es salir unos días a la playa para hacer otro tipo de procesiones más adecuadas a mi fervor. Eso sí: siempre que no llueva y también se me joda el invento como ayer en Sevilla al bueno de Pepe "el Costanillas".

Aún así, siempre habrá un bar, un libro o una siesta en buena compañía que se pueda disfrutar bajo techo. Amén y Felices vacaciones!

sábado, 24 de marzo de 2012

GARDNER NO CONOCIA EL BUGABBOO

Para los que no éramos nada amables con los tentes de playmobil y nos dolía la barriga cuando tocaba clase de Pretecnología en el colegio, el montaje de un simple coche de bebé que te entregan en una caja de cartón de 80 centrímetros, resulta cuanto menos irritante.

Después de perderme una y otra vez por sus hojas de dibujos y explicaciones sinsentido, he llegado a la conclusión que las instrucciones de montaje de todos estos artilugios pre-arquitectónicos las elabora algún enterao, que se cree que todos tenemos una mente preclara para dichos asuntos, y por eso y con muchas prisas por terminar, en vez de un manual como mandan los cánones de la brico-ciencia, te enchufa un “briconsejo” en A5, a un color, con dibujos abstractos del más pequeño de sus 4 hijos, y ahí te las apañes tú después con el susodicho pliego de condiciones.

Aunque haciendo honor a la verdad, si Howard Gardner hubiera sido mi vecino y oyera mi desesperación y mi lamento al otro lado de la pared y, por qué no decirlo, conociera de mi inutilidad manifiesta para saber dónde coño va éste o aquel tornillo, seguramente no hubiera tenido tan clara su famosa tesis de las Inteligencias Múltiples, y por supuesto, hubiera tardado algo más en atreverse a afirmar que existe una que llamamos cinética y otra que llamamos espacial. Aquí, querido Howy, estas dos ni están ni se las espera. Ya ves, los hay excepcionales como yo.

Envuelto en esta estresante y triste reflexión sobre mis déficits intelectuales, bajé a toda velocidad por la Real dando enorme chupadas de indignación a un light, que acabé consumiendo vorazmente a mitad de recorrido, y que me llevó a encender otro antes de darme casi cuenta de ello. Una hora después, más tranquilo y con el objetivo del montaje en el bolsillo por obra y gracia de la mente gardneriana que duerme al otro lado de la cama, mis otras (y realmente pocas) inteligencias, empezaron ya a masticar la patética experiencia vivida con el bueno de BUGABOO, y durante alguna que otra noche seguro que no me dejarán dormir mucho.

Por cierto, un nombre insulso y propio de un amigo apátrida de bambi, para un artefacto tan maléfico y perverso. Dicho queda, enterao.

Y es que reconozco que el montaje del carrito de moda en cuestión y la metáfora dolorosa de su “construcción” ha supuesto toda una vivencia preparatoria para mí, como cuando pruebas una demo que ni siquiera consigues dominar. Una especie de ejercicio de calentamiento justo antes de saltar al campo para jugar la mismísima final de Champions. Todo un aprendizaje y experiencia vital. Pura pedagogía.

Para no irme por las ramas, me explico: es posible que me haya dado cuenta definitivamente de lo que verdaderamente está ocurriendo y de que hay otro montaje, otra “construcción” infinitivamente más importante a la vuelta de la esquina. Volverán a tocar el timbre dentro de pocos meses y esta vez el paquete será más pequeño, muy frágil y muy muy complejo. Y no sé si con un pan bajo el brazo, pero lo que seguro no traerá es un briconsejo en A5 en forma de libro de instrucciones. Y eso, claro, acojona hasta a Bill Cosby, padre ejemplar donde los haya. Con el enfado en el cuerpo y el susto y la responsabilidad del mañana aún en la cara, he salido a la puerta del trabajo a saborear un nuevo filter suave, y a pensar más serenamente en todos estas sensaciones, que esta vez han llegado verdaderamente cristalinas. Respiro. Otra calada. Vuelve la normalidad.

Llegan las siete. Vuelvo a casa despacio, con un nuevo blue en la mano, perdido y ensimismado. Subo de nuevo la misma Real de cada día, que a estas horas baja bulliciosa y alegre, como un río de montaña, lleno de vida, de luces y ruido de motores en retirada. Cae la tarde del viernes y vuelvo a devorar otra semana frenética de compromisos, visitas y reuniones. Y aunque marzo mayea, se ha levantado algo de frío a estas horas. El invierno todavía pelea con sus últimas fuerzas contra los pólenes, el sol y las mariposas primaverales, pero me da que mañana estará de nuevo perdido.

Ya en casa, con las pulsaciones en reposo y ahuyentando el malhumor de éstos últimos días, recurro como tantas otras veces (pocas, últimamente) a una nueva hoja en blanco, para que vuelva a hacer magia y me ayude a imaginar ese mundo desconocido que me encontraré cuando caiga un nuevo solsticio, cuando la noche se vuelva a hacer larga y solitaria y el llanto de un bebé acompañe las primeras heladas.

Empiezo a escribir una nueva versión de este monólogo existencial que me acompaña toda mi vida, de una nueva experiencia vital, que seguro lo cambiará todo, como todas lo suelen hacer. Tecleo y tecleo y se hace muy de noche, demasiado quizás. Un último cigarro antes de cerrar el ordenador, anunciará mi retirada por hoy. Como de puntillas, me acerco para echar un nuevo vistazo al carro de moda, recién montado, recién ubicado. También descansa tranquilamente en su rincón, esperando su momento, pero parece que me mira y se descojona de mí... Decididamente me voy a dormir.

Día dos, después de la paranoia. Amanece lentamente un sábado soleado y parece que mi prima Vera viene ya con ganas de alterarme y congestionar a todo quisqui así que ojalá no se olvide de regar un poco el patio y las plantas porque si no, estaremos jodidos. Indalecio se marchó sin avisar hace unos días, pero a esas horas se le suele oír revolotear junto a su tropa. No anda muy lejos de casa. El primer cigarro sienta regular pero con un poco de jazz de Lester Young decido volver a la hoja casi en blanco y a rizar el rizo de la metáfora de la construcción. A pesar del madrugón, ha vuelto algo de lucidez y me apetece divertirme.

El amigo Young y el amanecer son propicios para cualquier cosa y a mí hoy, me han llevado a imaginar cómo debería de ser ese Libro de Instrucciones, ese Briconsejo o Esquema de Construcción de un Ser Humano, que tan bien me vendría este próximo verano. Y de desayuno: toma pareado.

Pensando un poco en su contenido, alcanzo enseguida una idea inicial: un primer gran bloque de ese “Manual para Papás acinéticos” debería contener un breve pero completo diccionario oficial sobre los significados más importantes de todas las modalidades de llantos, chillidos, gruñidos y onomatopeyas varias que emitirá el nuevo inquilino desde el mismo momento del nacimiento. Sí eso es. Traducción simultánea.
Porque saber si en vez de darle otro biberón, debería de cambiarle el pañal, ponerle crema, dormirle, acunarle o en última instancia entregársele directamente al diablo y salir de allí por patas, sería un gran avance para nosotros los inocentes e ignorantes iniciados en la materia, y además, se podrían ahorrar muchos problemas de sueño y de malhumor y por consiguiente de productividad, que no está la cosa como para cagarla en el trabajo. Pues sí, decididamente un diccionario sería un primer bloque imprescindible para aguantar el tirón unos cuantos meses, o incluso hasta el primer cumpleaños feliz del proyecto hombre. Quien sabe. Apunta, enterao.


Más adelante, y como suele ser habitual también en cualquier actividad de la ciencia bricoilógica a las que al menos yo me enfrento cada cierto tiempo, siempre surgen problemas inesperados. Pequeños o grandes contratiempos en la construcción o el montaje, que exigen lo mejor de uno mismo (o en mi caso de mi mujer, que generalmente toma las riendas porque es ella quien tiene esa mente preclara gardneriana tan necesaria para estos asuntos). Pero a lo que íbamos: ¿y con el loco bajito qué? ¿Qué hacemos en estos casos? No estaría de más por tanto, un segundo bloque que se titulara algo así como “Mi papá lo arregla todo y todo” pues sería preocupante y de mal pedagogo (que yo no soy), que tu hijo pensara que cuando algo en esta puta vida no se puede “atornillar” como tú quieres, lo mejor es tirarlo a tomar por culo por la ventana, acompañando siempre la caída con unas cuantas menciones a la máquina de corte que lo parió, como hace su futuro padre tantas veces, dicho sea de paso.

Este bloque, por tanto, primordial también. Y sin dibujos, que después pasa lo que pasa y salta otro cortocircuito.

Y como no hay dos sin tres, me conformo con un tercer y último bloque, esta vez “monográfico”, si es posible, sobre esa maravillosa y felicísima etapa de la adolescencia. Una época en la que te crees el nuevo y mejorado James Dean, pero en la que no puedes disimular todos esos putos granos que tienes en toda la jeta y donde como las ostias me van a venir por todos los sitios, poder tener a mano el manual-monográfico para consultarlo desaforado e incrédulo por lo que estoy viviendo, ó en el peor de los casos, para tirárselo a la cabeza a la menor gilipollez o“pavonada” quinceañera, no tiene precio.

Y es que viendo como está el percal por esos estadios del desarrollo humano, casi prefiero el paquete que llega en julio sin briconsejo, que el “paquete” en el que se convertirá unos catorce julios después, cuando otro nuevo hortera guaperas, el Justin Bieber de turno resuene por toda la casa y aparezca colgado de todas las paredes.
Supongo que el día que me llame anticuado cuando le ponga mis canciones de los Who, o le enseñe mis escritos, supongo que ese día todo se habrá ido a tomar por culo definitivamente, claro. En fin…que no es momento de agobios…y que no estábamos hablando de mí, ¡coño! Venga, un cigarro…

Día tres, después de la paranoia. Domingo. 8.15. de la mañana. Sentado en el patio ya se puede ver un cielo totalmente azul, casi veraniego. El sol, sin embargo, es tenue aún pero también luce ya muy alto y fantástico. Primer light de domingo. Todavía corre una ligera brisa de mañana invernal que poco a poco irá dejando su estela hasta el próximo año. Aún así, no hace nada de frío. El silencio es casi total a estas horas de la mañana y sólo se escucha el fuerte susurro de las ramas de los árboles, que asoman su copa por encima del tejado del patio, y el discurso animado de los pájaros del parque de aquí al lado. Uno de ellos, el más querido para nosotros, ha vuelto a casa esta mañana. Indalecio es un nombre feo, pero él es un pájaro, no un ser humano. A él le da igual. Seguro.


Al llegar a casa, se posa en su esquina habitual. Está tranquilo, feliz y seguro. Disfruta de su canto y me hace sonreír varias veces. Lo pasamos bien. Sigo sentado fuera, en su compañía, disfrutando del sol, del silencio y del canto de Indalecio. Tras charlar un buen rato, se marcha de nuevo con un fuerte aleteo y su cola de color naranja desaparece detrás del tejado, como despidiéndose por hoy, mientras el sol sigue colocando a todos en su sitio y la mañana avanza ya decidida.

Ahora lo veo todo más claro. Será más o menos así, como fue esta mañana. Sólo hay que dejar que ocurra sin más, y saborearlo cada día. Nada más. No hace falta hacer más. En el fondo, no hay nada más...

Querido Carlos, te esperamos.