martes, 3 de abril de 2012

YO NO SOY PEPE "EL COSTANILLAS"

No tengo nada en contra de las manifestaciones irracionales e incontenibles del ser humano ante los designios del azar (o de la Divina Providencia, según el caso) ó de lo que coño sea eso que determina el final feliz o el desastre absoluto de aquello que esperamos con fervor e impaciencia. En serio, cada cual que se exprese como le salga del útero, faltaría más. Si Los Tokio Hotel te invitan al camerino ó España gana el Mundial, dicen que todo se lleva mejor y yo no tengo por qué pensar lo contrario. Así que, por tanto, que quede claro y que dios me libre de juzgar a nadie por lo que hace, dice, o por ambas.

Puedes subirte a una farola, destrozarla, hundir una marquesina o dinamitar un escaparate para celebrar la Champions. O puedes sentarte bajo la misma farola, marquesina o escaparate con tu pancartita en mano para reivindicar la abolición de la telebasura o la dimisión de algún Ministro de Educación (raro es). Es un país libre, dicen. Y yo, un hombre respetuoso, dicen también. Eso sí, lo que es seguro (y a la vez curioso), es que en ambos casos, aparecerán por allí los garantes del orden y la libertad y te reventarán a porrazos. Pero bueno, eso es otra historia.

Otra cosa distinta es que al desmayarte cuando veas al escurrido chino de moderno flequillo acercarse a saludar a su fan nº 1(osea, tú), tu pobre viejo, que te acompaña por primera vez al concierto, alucine en colores y le atice otra vez la patata. En definitiva, lo que vienen a ser daños colaterales de la libertad de expresión. Minucias.

Pero a ver, que no quiero perder el hilo. Y es que he de reconocer que siempre me da un poco de grima y repelús estas cosas que tiene el compatriota español, tan pasional y hortera a la vez. Un ejemplo es la imagen que ví ayer en las noticias: la siempre tierna escena de un armario empotrao con turbante y camisón púrpura que, con veintimuchas primaveras ya, desataba pucheritos y lagrimones a go-gó cuando un descomunal aguacero caía caprichoso y tocapelotas a la hora H del día D, jodiendo otro año más, la procesión de la Santa Hermandad y Compaña del Cristo de los Remedios y de los Desamparados de no sé qué iglesia céntrica de Sevilla. Pobrecillo mío, mi arma!...

Viendo el drama en que se sume el gachó y el resto de los allí presentes, empecé a pensar en lo cutres que somos a veces en este bendito país, pero también en lo irreverente que sigo siendo yo, todavía ahora que la responsabilidad me azota cada día más, y sentí el poco apego y devoción que tengo a las tradiciones typical spanihs, o como se diga. Que la Virgen del Perdón Eterno, me tenga en sus oraciones, que le vamos a hacer… pero es acordarme de aquellos días de Semana Santa de mi insulsa adolescencia y, en vez de llorar, (perdóname de nuevo Padre Bueno), no puedo por más que descojonarme.

Rebobinemos a los noventa más o menos, cuando todavía había grúas en el horizonte y era capaz de ver la tele sin vomitar. La Pasión según San Yo, empezaba el famoso Domingo de Ramos. Dios Nuestro Señor, entraba triunfante a caballo en Jerusalén y la plebe le recibía con ramos de olivo, alegría y esperanza. Mi madre, incluída. La versión pagana y cool de aquello difería bastante de lo que aconteció hace dos mil años y lo que nosotros los jóvenes del futuro hacíamos para conmemorarlo(la tradición aún continua) era irnos al campo a meditar nuestros pecados botellín de Mahou en mano, y esperar la llegada del Mesías que era quien traía la Marihuana para, después del aperitivo y con todo el cebollazo, empezar el ayuno con un buen bocata de panceta. Cuando el sol caía, volvíamos resacosos camino abajo buscando redención en la ducha o en la cama, según el grado de polvo y de mierda adquirida en el olivar o explanada de barbecho correspondiente.

Y eso no era más que el principio. Nuestro particular Vía Crucis no había hecho más que comenzar. Llegaba el jueves y algunos se disfrazaban de nazareno, aunque como decía una vieja amiga muy chistosa y faltona, aquello parecía más un “disfraz del ku klux klan versión pop”. Como siempre, todo según se mire, oiga. El caso es que mis amigos encendían sus lamparitas y con todo el pedo, se disponían a recorrer las calles del pueblo haciendo gestos y carantoñas a las tías a las que nunca se atrevían a decir nada a la cara, o saludaban a los colegas que le buscaban desenfadados desde la esquina fijándose en si aún llevaba las bambas llenas de barro del otro día, chiflando y saludando brazo y sonrisa en alto al descubrir al pollo en cuestión. Y la abuela que contemplaba la escena, quería morirse de vergüenza. Farsa, devoción y puro recogimiento. Todo junto y con redoble de tambor incluído.España, al fin y al cabo.

“¿Qué pasa tío?” ó “¿Quién coño eres?” eran frases habituales en aquel tránsito interminable de silencio y carcajada contenida. Al final, a comentar la jugada al garito de turno. Nuevo ayuno con birras y cigarritos variados para sobrellevarlo. El viernes, más de lo mismo, pero lo mejor era el sábado (o el domingo, ya no me acuerdo bien).

Para terminar el fin de semana, fantástica procesión y apología de la segregación de género, en la que ya bien entrada la madrugada, hombres y mujeres circulaban separados por las calles del pueblo para llegado el momento, encontrarse frente a frente los unos con las otras. Tenía un puntito erótico y sexual que te ponía, si no fuera porque hacías el trayecto acompañado de tu padre para llegar al final y encontrarte con tu madre y con tu hermana.

En fín, con los años, algunos conseguían finalizar la ruta en mejor compañía. Alargaban la hora de recogerse acompañando a sus padres a dicho acto procesional, y para terminar otra noche de farra, conseguían escabullirse entre las tenues luces de los callejones y abandonar a mitad de camino la comitiva para terminar su particular sacrificio a lo grande: dándose el lotazo en un portal oscuro con la novia, que era de lo que se trataba. Luego cada uno, a su redil con los de su género, que es Semana Santa y mi padre tiene muy mala leche.

Y así, con el paso de los años supongo que decidí honrar la memoria de la Pasión de Cristo y de todas esas cosas horribles que dicen que le hicieron, dejando de participar en estas celebraciones del aniversario de su muerte. Mejor así, que no es cuestión de incomodar a nadie ni tampoco es mi intención.

Al final, llegué a la conclusión que la mejor opción en estas fechas es salir unos días a la playa para hacer otro tipo de procesiones más adecuadas a mi fervor. Eso sí: siempre que no llueva y también se me joda el invento como ayer en Sevilla al bueno de Pepe "el Costanillas".

Aún así, siempre habrá un bar, un libro o una siesta en buena compañía que se pueda disfrutar bajo techo. Amén y Felices vacaciones!

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