miércoles, 28 de noviembre de 2012

TOMANDO UNA CAÑA...


Vivo rodeado de ellos y de la peste que dejan a su paso, en cada una de sus apariciones. Su presencia hace tiempo que me axfisia y que me produce mucha repulsión. Me los encuentro en televisión, en la radio, en el periódico, en internet,… a cada paso que doy. Siempre encuentran un hueco para ellos, que acompañan con esos preciosistas eslóganes de mierda, de frases vacías y engañosas, y por supuesto siempre hay alguien que en cualquier momento, me los saca a colación, día tras día.

Me da igual que sean patrios, franceses, ó alemanes, rojos, azules o verdes, jóvenes o de tradición contrastada, pijos, elegantes y pulcros ó de estilo más “casual” y moderno. Lo cierto es que los aborrezco a todos. No hay día que no me acuerde de la santa madre del que decidió que era bueno que esta especie formara parte de nuestras vidas.

Prometen calidad de vida, confort y bienestar. Te lo venden a bombo y platillo, con una seguridad que asusta. “Amigo, créeme, todo son mejoras. A partir de ahora, tu vida va a cambiar. Dentro de poco tiempo, me darás la razón. No puedes seguir así como estás. Te mereces lo mejor”. Y cambias. Te arriesgas, y cambias. Y confías. Cambias lo viejo por lo nuevo y todo huele tan bien que finalmente te lo crees. Asumes los costes y los daños colaterales de lo que el cambio supone y confías. ¿Quién no quiere mejorar? Yo sí. Y tú.

Pero a las primeras de cambio, te das cuenta del engaño. Todo es una mentira. Llegas confiado a la primera curva peligrosa y entonces ¡zas!, ostiazo y vuelcas. Y te quedas con cara de gilipollas y buscando respuestas a miles de preguntas. Pero te piden más esfuerzo, más comprensión, más contención. Esa palabra.... Y vas, y tragas. Y como no te queda otra, asumes más costes, para contribuir a que la cosa “siga mejorando”. Por tu bien. Hay tanto invertido que prefieres apretarte el cinturón, y pagar. Pagas y callas. Mantenimiento, manutención y tu casa sin pagar.

Y así pasan los días, las semanas, los meses y los años. Pasan los años y te das cuenta que el confort, la calidad de vida y el bienestar es otra cosa de lo que te prometieron. Y al cabo del tiempo, se cansan y te dejan tirado. Se llevan tu esfuerzo, tu manutención y sus promesas. Sin más. Así sin avisar y sin rendir cuentas.
Pero ya es tarde para pedir explicaciones. Nadie te hará caso. De nada te servirá reclamar. Nadie sabe nada, todos miran para otro lado. La puerta está cerrada y si te pones tonto, te llevas un porrazo a la mínima.

No te queda otra que volver a la rueda. Otra vez a la rueda. Y otra vez a pagar.

...........

Juan apura su cerveza cogiendo aire, después de tanto desahogo.

-Perdona, nos pones otras dos, porfa?

-En fin… ¿Y a tí qué te parece, tío? No me negarás que no es un puto robo! Te lo meten por los ojos a todas horas, con lo caros que son y luego, lo pronto que se joden, joder! Y a ver qué coño hago ahora, si estoy sin un puto duro...

-Pues sí, la verdad es que sí. Ya no quedan coches como los de antes, como los de la época de nuestros padres.Esos sí que eran de fiar, esos sí cumplían, coño! Mi padre, fíjate, con un BX todavía se escapa al pueblo!

-Pero venga, no te preocupes, Tito. Si lo tenías casi pagado, hombre. Y hazme caso y haz como yo: a partir de ahora, a todos los sitios andando, que es más sano.


-Pues sí...

-Por cierto, te has enterado de lo del alcalde de Alcobendas...



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